8 de enero de 2016
El maestro e historiador uruguayo Gonzalo Abella estuvo en el Centro Cultural La Paloma presentado dos libros recientemente publicados. Los mismos proponen una mirada diferente sobre dos personajes conocidos de nuestra historia; José Artigas y Aparicio Saravia.
"Artigas mitológico, el protector de los pueblos libres"
La Historia Oficial asocia el movimiento independentista latinoamericanos del siglo XIX exclusivamente con las ideas europeas y norteamericanas de la época.
Pero las barreras de la censura colonial impedían la difusión de estas ideas entre las grandes mayorías. ¿Qué cosmovisiones guiaron entonces a las multitudes pluri étnicas para acompañar a los libertadores, compartiendo con ellos el duro camino de la lucha?
Este libro nos propone mirar a Artigas, “el protector de los Pueblos Libres” (1764-1850), desde los ojos de la gente sencilla: los pueblos originarios, los afroamericanos, los criollos y los europeos libertarios que lo inspiraron, lo rodearon y lo siguieron en los tiempos de la Liga Federal.
Desde esta óptica cuidadosamente reconstruida, la odisea rioplatense y continental recupera los colores sorprendentes de nuestra América Abyayala, esos colores mestizos que la Historia Oficial quiso borrar.
"Aparicio Saravia. El traicionado"
Este libro sobre Aparicio Saravia es una profunda reflexión sobre “un caudillo rural idolatrado, seguido con devoción por la gente humilde del campo, sin embargo también fue traicionado por gente de su Partido y por el incipiente proletariado urbano”. “El texto no escapa de la magia de una gesta que ya entró en la leyenda”.
Sus hazañas, la entrega de bienes, bienestar familiar, su propia vida (con apenas 48 años) son hoy recordadas en la poesía, en la canción musicalizada, todas expresiones que evocan sentimientos, que se tornan mitos y leyendas.
Hizo la guerra a pura lanza y de poncho blanco, llevando tras de sí multitudes que lo seguían con devoción. Este jefe innato, nunca peleó por llegar al Poder, sólo quiso que se respetaran los derechos de las minorías, que el voto fuera secreto, que se reformará la Constitución que impedía el correcto funcionamiento pluripartidario, propio de las democracias, que existiera registro cívico permanente y depurado, que la “balota” se transformara en “credencial”, erradicar el fraude electoral. Y por sobre todo, peleó hasta su muerte, por defender a sus iguales, los desamparados gauchos pobres, aquellos troperos, carreros, domadores, mayorales de diligencia, peonadas y familias de puesteros que la estancia empresa (cabañas cercadas con alambrados) había marginado de sus campos. Sólo le quedaba formar parte de los cinturones de pobreza de villas y pueblos, constituir “pueblos de la lata” o volverse “matreros”.
Fue una guerra por la igualdad de derechos civiles, pero también contra la “modernidad” que el país necesitaba, pero los “dolores de parto” eran muy fuertes. Las guerras saravistas fueron las últimas “lanzas en el umbral de la democracia”...
FUENTE: http://www.elprofesional.com.uy/Sus hazañas, la entrega de bienes, bienestar familiar, su propia vida (con apenas 48 años) son hoy recordadas en la poesía, en la canción musicalizada, todas expresiones que evocan sentimientos, que se tornan mitos y leyendas.
Hizo la guerra a pura lanza y de poncho blanco, llevando tras de sí multitudes que lo seguían con devoción. Este jefe innato, nunca peleó por llegar al Poder, sólo quiso que se respetaran los derechos de las minorías, que el voto fuera secreto, que se reformará la Constitución que impedía el correcto funcionamiento pluripartidario, propio de las democracias, que existiera registro cívico permanente y depurado, que la “balota” se transformara en “credencial”, erradicar el fraude electoral. Y por sobre todo, peleó hasta su muerte, por defender a sus iguales, los desamparados gauchos pobres, aquellos troperos, carreros, domadores, mayorales de diligencia, peonadas y familias de puesteros que la estancia empresa (cabañas cercadas con alambrados) había marginado de sus campos. Sólo le quedaba formar parte de los cinturones de pobreza de villas y pueblos, constituir “pueblos de la lata” o volverse “matreros”.
Fue una guerra por la igualdad de derechos civiles, pero también contra la “modernidad” que el país necesitaba, pero los “dolores de parto” eran muy fuertes. Las guerras saravistas fueron las últimas “lanzas en el umbral de la democracia”...
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