29 de enero de 2015
“Historias de matreros y montaraces” Actividad organizada por el grupo histórico ambiental “Lagunas y Palmares”.
Prof. Néstor Rocha escritor castillense |
"El Cuba"
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El último matrero
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“Los tipos humanos tienen vigencia histórica: nacen, culminan, decaen y mueren” afirma Daniel Vidart, autor de la publicación “TIPOS HUMANOS DEL CAMPO Y LA CIUDAD” de la colección de Revistas “NUESTRA TIERRA”, donde sostiene que algunos ya están extinguidos y entre ellos –el motivo de este relato- el matrero.
El Uruguay posee numerosas historias de vidas de matreros y el departamento de Rocha no es ajeno a estas vivencias, allí convivieron estrechamente abrazados con ricos ecosistemas de las zonas de sierras, lagunas, esteros, palmares, montes ribereños y con otros tipos humanos, en este caso en un raro artilugio y cofradía de silencios, contrabandistas de frontera con sus cargueros, puesteros, montaraces, carreros, troperos, peones de estancias.-
Este conjunto de elementos y experiencias humanas han dado un fecundo patrimonio de narraciones y fenómenos culturales en el Este uruguayo. “El Cuba” forma parte de estas historias y comienza por la década del cincuenta donde es procesado por abigeato y preso en la Comisaría de Castillos. Aunque él siempre aseguró que nunca cometió estos delitos igualmente cumplió la condena y cuando |
quedó en libertad siguió viviendo en la zona.-
Una noche de invierno ingresaron a un almacén-bar llamado “El Club Obrero” propiedad de un vecino apodado Ero-Ero, dos policías uniformados luciendo sendos sables corvos y botas de cuero negro que les llegaban justo por debajo de las rodillas. Estaban de ronda y este local era lugar de diversos juegos de cartas. Aquí estaba presente “El Cuba”, los representantes de la Ley querían “dialogar” con él por unas diferencias con el Comisario de la ciudad, surgidas entre ambos en una timba mantenida recientemente.
Se produjo un desacato y una feroz pelea, algunos concurrentes optaron por recostarse contra la pared, otros atrás del mostrador y el resto retirarse. El local estaba escasamente iluminado por focos de luz de poco voltaje, ahumados y pecosos de los excrementos de las moscas y adornadas por sendas telarañas. Una bruma del humo de tabaco y cigarros flotaba en el bar. Algún vecino pretendió apaciguar los ánimos pero fue imposible dominar al “Cuba”, quien salió al exterior de la casona de ladrillos sin revocar y asentada en barro, montó su caballo ingresó nuevamente al comercio y arremetió contra los policías fustigándolos duramente con su rebenque. Fue el desbande de parroquianos, desparramo de mesas y sillas, además de una barrica de maíz desgranado y los cajones de papas y boniatos. La policía actuante hizo sonar sus silbatos llamando a sus pares que estuvieran en las proximidades efectuando vigilancias, requiriendo de esta manera apoyo para dar cumplimiento con la orden impartida por el Comisario. Mientras tanto, el jinete se perdió rumbo al Abasto, luego por el Camino a las Sierras bajo una lluvia suave y persistente.
Al amanecer del nuevo día una partida policial sale en búsqueda del fugitivo, recorren la zona de la Cueva del Tigre del Cerro de los Rocha, Cerros Lechiguana y de la Laguna Negra, las sierras de La Carbonera y de la Blanqueada, esteros y palmares de la Laguna Negra, pero nadie lo vio. Pasaron los días..., el tiempo…, silencios… La imaginación popular se puso en marcha ¿o sería verdad? de que venía a la ciudad disfrazado de mujer con un vestido colorado y un pañuelo negro cubriendo la cabeza, que repartía carne de capón y de capincho entre familias pobres de la comunidad, que canjeaba carne de oveja por mercaderías en el almacén del Toto o que se tomaba alguna caña en el boliche del Lolo. |
Lo buscaron por otros parajes, en el Arazá, esteros y montes de la Laguna de Castillos, en los bañados de Las Maravillas y las zonas agrestes de las pequeñas lagunas de la Fortaleza de Santa Teresa pero nada de “El Cuba”. Todo misterio y silencio sobre su paradero.-
Transcurrió el tiempo inexorablemente hasta que empezaron a aparecer restos de fogones apagados en algunos puntos geográficos del entorno de Castillos y coincidentemente billetes con el siguiente mensaje: “milicos no me agarrarán, jamás me entregaré, el último matrero” y firmaba “El Cuba”.
Vivió mucho tiempo en una cueva del cerro La Lechiguana cuyo acceso estaba disimulada por la típica vegetación de la flora autóctona, luego se internó en los cerros de la Laguna Negra o de Los Curas, era un baqueano de la región y se complacía en observar a las partidas policiales que lo buscaban afanosamente pero no daban con él. Afirman que existe un film en 8 mm que registra cuando un destacamento policial se interna en los montes y cerros de la Laguna Negra en su búsqueda.
Subsistió apropiándose de ovejas o capones, matando capinchos, cerdos baguales y nutrias, armaba cimbras para cazar perdices, se alimentaba de frutas silvestres, de huevos de las aves de los bañados.-
Era un fin de semana soleado de invierno cuando un grupo de jóvenes de la Comunidad Salesiana (Don Bosco), -propietarios del lugar y siendo este paraje una colonia de vacaciones- recorría los cerros de la Laguna Negra también llamado de Los Curas y hallan la morada de “El Cuba”. Este observó que habían descubierto su guarida. Su casa era una “aripuca” o ranchito quinchado con un pasto duro que crece solamente en las sierras y que raramente lo |
lo consumen los animales rumiantes; la vivienda estaba ubicada en uno de los cerros de los varios existentes, conocido con el nombre de Los Chivos, luego los lugareños lo denominarán como el Cerro del Cuba. Dado que su morada estaba construida con los elementos propios del ámbito donde se hallaba emplazado logró que pasara desapercibido hasta esta oportunidad.
Ahí recibía la visita de un contrabandista de nombre Andréonico quien le levantaba los fardos de cueros para venderlos en la ciudad de Chuy del lado brasileño y el pago se efectuaba con mercaderías de esta nacionalidad.
Al ser descubierto tuvo que emigrar y se radicó en la zona de Santa Victoria Do Palmar (Brasil), luego regresó y se internó en los montes del Arazá, de la Laguna de Castillos y sus esteros, los vecinos se dieron cuenta que andaba por la zona y alguno de ellos lo denunció. Una patrulla policial efectuó un rastreo y debajo de un gran higuerón se toparon con una radio a pilas, mate y caldera, arreos y unas bolsas, desconfiaron de que pertenecían al matrero. Cabe indicar que los higuerones en esta zona parasitan generalmente en los troncos de las palmas butiá, crecen a expensas de ellas y cuando logran enraizarse en la tierra ya adultos y de gran porte terminan matando a la palma. Con el tiempo éstas se descomponen, se desintegran y el tronco del higuerón queda hueco como un tubo, mudo testimonio de un abrazo mortal. Ante esta situación de riesgo, el matrero trepó por el hueco del higuerón y se escondió en el espeso de su follaje, pasó horas oculto mientras lo buscaban afanosamente. El oficial a cargo de la patrulla dejó a un guardia en el sitio y los demás rastrillaron pajonales y montes del lugar. Quien había quedado de guardia, según expresó años después, tuvo el presentimiento de que estaba trepado en el árbol y nada dijo porque el responsable del piquete policial era un “corsario” y le iba a “prender fuego”, con firmes posibilidades de ocasionar una balacera de graves consecuencias.-
Numerosas son las personas que, aún hoy, afirman que le cargaron culpas ajenas y se dice que juramentó: “me voy a cobrar lo que me han hecho, acosaré a los milicos por echarme culpas de robos que no cometí” Se tuvo que ir del Arazá y recaló en los bañados de la estancia “El Coraje” en las proximidades del pueblo Chafalote; un día con hambre tuvo que aproximarse al casco de esta estancia, tenía un aspecto desprolijo y sin afeitarse, entró al corral donde unos peones estaban trabajando con las ovejas, se aproximó gambeteando los animales y dialogó con uno de ellos: |
Cuba: “¿no tiene algo para comer?”
Peón: “Sí, un pedazo de queso y pan”
C: “sí, sí, como no”
P: “arrímese y tome asiento en esa banqueta”
C: “Muchas gracias; no, no, voy a seguir a pie y le voy a decir quien soy, soy El Cuba, el matrero y yo no hago mal a nadies”
Enterado de la visita el dueño de la estancia llamó a la policía, lo buscaron afanosamente y no lo encontraron, desapareció como si la tierra se lo tragara.
Después visitó un puesto de otro establecimiento rural de esa región, en esta ocasión estaban solamente una señora con su pequeña hija a quien le pidió un pedazo de carne y pan, la moradora le proporcionó los referidos alimentos, el visitante volvió a puntualizar como tantas otras ocasiones: “yo soy El Cuba, yo no le hago mal a nadies”. La mujer se asustó, montó en una petiza que tenía en el corral y enancó a la hija, fue en busca de su marido quién dio aviso a las autoridades policiales. Lo buscaron diligentemente y una vez más fracasaron.-
Pasaron meses sin tenerse noticias del matrero hasta que un cazador de nutrias comentó que en la oportunidad de trabajar juntos en los bañados del Bolsón de la Laguna de Castillos, le manifestó que se iba para Aiguá donde tenía algunos familiares.
Tomando ese rumbo pasa por la pequeña localidad de 19 de Abril ó Chafalote, un sábado de noche. Había una kermés en la Escuela del lugar, ve una camioneta, la abre y sustrae un revólver calibre 38 con dos balas. Este incidente motiva que detengan a un par de jóvenes con antecedentes por hurtos y luego comprobaron que nada tenían que ver con la rapiña del arma, tiempo después se confirmó quien fue el autor del robo. Otra vez silencios sobre la vida del matrero. Un día, en el Departamento de Maldonado es sorprendido dormido y capturado por una expedición policial de la localidad de Aiguá, esto fue en el monte ribereño del arroyo Alférez y la utilería que llevaba consigo era una escopeta calibre 12 y quince cartuchos, un revólver calibre 38 con dos proyectiles sin detonar, una |
radio a pilas y una guitarra. No puso resistencia a su detención, quizás cansado de tanto deambular y dormir al descampado durante tantos años. Fue trasladado a Rocha y cumplió su condena en la comisaría departamental de esta ciudad. Rearmó su vida, se dice que se dedicó al comercio y nunca más volvió a su lugar natal. Hoy vive en alguna ciudad de este país o de esta América, hay quiénes afirman haberlo visto, pero sus familiares más directos ignoran cómo y dónde está viviendo y de esta manera, cada cual con su sentimiento: fue el último matrero uruguayo y quizás de América toda.
(HISTORIA NOVELADA EN BASE A LA RECOPILACIÓN DE LAS HISTORIAS ORALES DIFUNDIDAS EN EL PROGRAMA RADIAL “AL RITMO DE LA VIDA” DE CASA AMBIENTAL QUE SE EMITE POR RADIO UNIVERSO AM 1480)
fuente: http://www.uruguayinforme.com/news/14052004/14052004rocha.htm